lunes, 6 de julio de 2009

Los dragones de Komodo matan por medio de veneno.

Entre las evidencias de que los dinosaurios existieron no solamente se encuentran los restos fósiles sino también formas de vida que aún sobreviven en nuestros días. El lagarto viviente más grande del mundo abunda en Indonesia, pero resalta su presencia en la isla de Komodo. Suele alcanzar los tres metros de largo y es un depredador y carroñero feroz que llega a pesar hasta 90 kilogramos. Además es muy venenoso, revelan recientes investigaciones.

Pertenece a la familia de los varanos emparentada con los mosasaurios, lagartos marinos que vivieron desde hace 136 millones de años hasta hace 65 millones de años. El dragón de Komodo o varanus komodoensis guarda, además, uno de los secretos más codiciados para la medicina, su sistema inmunológico que le permite sobrevivir a su propia y supertóxica baba capaz de matar a cualquier ser vivo en minutos.

La mordedura del dragón de Komodo es mortal. Su baba contiene en promedio cepas de bacterias que aunadas al veneno y la potencia que tiene para desgarrar la carne de sus víctimas dificulta el tratamiento médico. Su alimentación incluye todo tipo de animales, desde ratones hasta seres humanos, es decir, si una persona cruza por su camino cuando está hambriento es una presa segura.

La comunidad científica trata de salvar de la extinción a esta especie, pues en la actualidad sobreviven menos de cinco mil ejemplares, todos ellos en las islas volcánicas del archipiélago indonesio. Se investiga el árbol genealógico de cada animal para evitar la cruza entre dragones emparentados, lo cual merma sus posibilidades de vida, además de proteger su reserva natural de los cazadores que los matan por miedo más que por otras causas.

Los conocedores afirman que es un verdadero espectáculo verlos devorar a sus presas, pues un grupo de cinco de ellos son capaces de devorar un ciervo adulto en cuestión de minutos en un auténtico baño de sangre y vísceras. El biólogo egresado de la Universidad de Kent, Inglaterra, Claudio Ciofi dijo alguna vez: “Los dragones de Komodo no son hermosos pero son criaturas magníficas y fascinantes. Son el eslabón viviente entre nosotros y un mundo perdido”.

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