Los agujeros negros no son eternos. Cuando Stephen Hawking actualizó su teoría.

Las estrellas grandes suelen terminar su ciclo vital con una gran explosión llamada supernova. Si la masa de su núcleo es más de tres veces la del Sol se convierte en un agujero negro. El misterio ha rodeado la existencia de esos fenómenos en el espacio durante décadas. Todo comenzó con la inquietud de astrónomos por comprender la formación y el desarrollo de las estrellas, pero sobre todo por explicar que pasa con ellas al final de su ciclo activo.

Los agujeros negros, hipotéticos cuerpos celestes llamados así debido a que ni la luz escapa a su fuerza, no pueden ser observados directamente, pero si detectados ubicando su poder de atracción. A su límite se le conoce como horizonte de sucesos, lugar al que es atraída la materia después de girar a su alrededor. El concepto de agujero negro fue ampliamente desarrollado por el alemán Karl Schwarzschild en 1916 sobre la base de la teoría de Albert Einstein.

De acuerdo a la relatividad general, la gravitación modifica intensamente el espacio y el tiempo en las proximidades de un agujero negro. Si alguien se aproximara al horizonte de sucesos desde el exterior, se podría observar que el tiempo se retrasa en relación al de los observadores a distancia, deteniéndose completamente en el horizonte. Los agujeros negros se forman cuando el combustible nuclear se agota en el centro de una estrella. La presión asociada con el calor que produce entonces ya no resulta suficiente para impedir la contracción del núcleo.

El planeta estaría condenado a desaparecer por completo si el Sol fuera una estrella gigante roja pues se convertiría en agujero negro tarde o temprano. Primero, la Tierra giraría inmersa en una especie de remolino, es decir el disco de acreción. Cuanto más se acercara la materia al centro se desplazaría a mayor velocidad hasta calentarse debido a la fricción. Posteriormente, cerca del horizonte de sucesos, seriamos completamente destruidos. Afortunadamente el Sol sólo es una estrella enana amarilla formada por hidrógeno y helio que se convertirá al final de su ciclo en una inofensiva estrella enana de neutrones.

El físico inglés Stephen Hawking sugirió hace algunos años que muchos agujeros negros pueden haberse formado desde el inicio del Universo, lo cual indicaba que nunca morían y agregó que forman “agujeros de gusano” que comunican con otros universos diferentes. El miércoles 21 de julio de 2004 actualizó su teoría. Contrario a lo que creía, al igual que las estrellas, los agujeros negros tienen un determinado tiempo de vida y no son la puerta a otro universo. La materia y energía que entra en ellos se colapsa y destruye en su interior y es liberada cuando el fenómeno pierde fuerza y se compacta expulsando el contenido “destrozado” al espacio.

Comentarios