Amapola, tradición que se hizo en droga.

En la actualidad la conservación de amapolas implica el riesgo de ser sancionado por las leyes. Las hermosas flores que adornaban los jardines en varias partes del mundo han disminuido considerablemente a raíz de la explotación ilícita del opio, sustancia química con propiedades narcóticas derivado de esa planta.

El opio crece principalmente en Turquía e India y su demanda es de más de 600 toneladas métricas al año, aunque la mayoría de las veces se distribuye de manera ilegal. En el mercado se le encuentra como una masa redonda de color castaño del cual se extrae la morfina utilizada como analgésico.

El alcaloide producido es una potente droga que causa al principio sensación de euforia para inducir a un mayor consumo. En caso de no administrarse mayores dosis disminuyen las sensaciones provocadas manteniendo al organismo en una situación normal como si no se consumiera nada.

El retiro de la sustancia, en esas condiciones aparentemente estables, origina intensas convulsiones, paros respiratorios, descenso de la presión sanguínea y problemas digestivos, motivo por el cual, los adictos mantienen su consumo a fin de evitar los efectos adversos, más que de alcanzar la euforia.

Cultivo por tradición
En china, Vietnam, Laos y Tailandia existen grupos humanos pertenecientes a la raza submongol, conocidos como meos o miaos. Refugiados en las montañas han alcanzado un grado de civilización que no sobrepasa el periodo neolítico. Es decir que no tienen los beneficios del arado para el cultivo.

Para los antropólogos los meos son “horticultores primitivos” que apenas han avanzado un paso más adelante del principio de la cultura humana, la cual, en sus inicios, se basaba en la caza y la vida en grupo. Su principal fuente de alimento es el arroz, pero por tradición dedican la mayor parte de su tiempo a cultivar opio.

Sin embargo su pasión por el cultivo de las amapolas y el opio, a diferencia de las sociedades civilizadas orientales y occidentales, dista mucho de los fines del narcotráfico. Conocen las propiedades negativas de la sustancia por lo que sólo la usan con fines médicos y religiosos y se autocastigan, a excepción de las personas ancianas y enfermas, por su uso alucinógeno.

Las penalidades no consisten en castigos dictados por las leyes al carecer de ellas, pero si en la conciencia y costumbre. Es legendario el caso de un joven meo que no podía alejarse de la droga y al cual sus padres aconsejaron el suicidio que más tarde asumió para evitarse más daño a el mismo, a su familia y a su grupo.

A pesar de la especulación del mercado negro y su consecuente tráfico internacional los meos continúan tradicional y característicamente con el cultivo del opio, el cual, cabe destacar, sólo está autorizado a personas mayores que ya no son productivas y que según sus creencias ya se encuentran cerca del cielo.