La manera de consumir películas ha cambiado. Antes, después de ir al cine, la gente esperaba con ansias la llegada del formato físico. La posibilidad de volver a ver la película en la comodidad de su hogar y agregarla a su colección era un anhelo.
Hoy en día la realidad es diferente. Si bien la llegada del streaming trajo comodidad a nuestras vidas al poder escoger películas de un catálogo que no ocupa un lugar físico en los hogares, también ha terminado con la fascinante idea de ir a una tienda para adquirir un DVD o BluRay original sin tener que depender de una suscripción y estabilidad de internet para disfrutarlo. Ahora solo esperamos la llegada del producto a los canales de streaming.
Al principio todo lucía como un paraíso para los amantes del cine. Por una suscripción de bajo costo en comparación con lo que pagamos por una renta en un videocentro se tenía el acceso a Netflix y un catálogo impresionante, pero tiempo después las casas productoras hicieron sus maletas y dejaron solo al gigante del Streaming para abrir sus propios servicios como en los casos de Disney Plus, Paramount y un largo etcétera. Es en ese momento en que los consumidores se ven afectados al tener que pagar más por ver películas.
La apertura de nuevas marcas de streaming llevó a la reducción y desaparición paulatina de la venta legal de películas en formato físico. La medida hizo que la gente ya no pudiera adquirir productos originales e incluso las compras legales actuales sean un engaño debido a que se adquiere un acceso en línea a un contenido que requiere internet y que en cualquier momento es retirado de los servidores por causas ajenas al cliente.
Todos pierden, todos perdemos
Pero seamos claros, no solamente los consumidores finales son los afectados al no poder ser dueños de una copia legal o pagar servicios a muchas compañías a las que no podemos tener acceso si no se tiene internet. Las empresas pierden la oportunidad de un ingreso extra por ese concepto de ventas físicas al mismo tiempo en que se ven obligados a realizar producciones propias y de manera rápida como es el caso de Netflix y Disney.
El mismo streaming se ha vuelto la piedra en el zapato para las casas productoras de cine. Al momento de lanzar una película en salas, la gente duda y prefiere esperar a que llegue a sus hogares como parte del servicio en su suscripción, lo cual provoca el fracaso en taquillas como lo fueron las películas de Elio, de Pixar y el live action de Blanca Nieves.
Por otra parte, la piratería se beneficia más en detrimento de la industria y en beneficio de los consumidores que no pueden comprar una auténtica copia legal, pero sí quieren tener el archivo de video para su uso personal de forma indefinida.
Actualmente la piratería no es necesariamente sinónimo de baja calidad. Ahora esa industria espera que los contenidos estén disponibles en las redes de streaming para descargarlos y ofrecerlos incluso gratis en canales de Whatsapp a través de TeraBox o por medio de USBs con costo en lugares públicos como plazas o tianguis.
Los problemas que enfrenta la industria podrían haberse aminorado si en lugar de eliminar el formato físico hubieran reducido la oferta con reservas limitadas pagadas por adelantado para no dejar toda la posibilidad de negocio al streaming y a la piratería. Bajo esa premisa fue que alguna vez Promotora Musical S.A de C.V (PROMUSA) ante la alta demanda de la película “Spiderman: Sin camino a Casa”, en México, gestionó la llegada de existencias de DVD y BluRay de esa película para sus clientes.
El medioambiente también pierde
Ser ambientalista y ser fan del streaming no es coherente. El streaming contamina más que la fabricación de formato físico, el cual termina por contaminar menos debido a que esos materiales regularmente no acaban en la basura. El streaming suele contaminar más en términos de emisiones de carbono debido al consumo energético permanente desde los servidores.
Tan solo información del Instituto de Estudios Ambientales y Energéticos, en Washington, estima que los centros de datos para streaming llegan a usar para enfriamiento hasta 19 millones de litros de agua por día, el equivalente al consumo de una ciudad de entre 10 mil y 50 mil habitantes.
Además, el streaming implica el uso de servidores en centros de datos, redes de transmisión y dispositivos del usuario (como TVs, computadoras o smartphones). Estos centros de datos consumen grandes cantidades de electricidad, y si la energía proviene de fuentes no renovables, las emisiones de CO2 son significativas.
El lado brillante del streaming se ha opacado con la sobreoferta y escalada de precios y el lado oscuro es cada vez más oscuro debido a la desaparición de una verdadera venta de productos legales y la contaminación ambiental y sobreexplotación del agua. Es decir, en el mercado legal la gente ahora paga más por no poseer realmente nada, lo que procura un agradable lecho de rosas a la piratería que ha llegado para retomar su trono.
Y por último, la gran interrogante: ¿Por qué la industria musical y de los videojuegos no han dejado de ofrecer el formato físico?. Sí lo han disminuido, pero no lo han dejado de lado.
Hoy en día la realidad es diferente. Si bien la llegada del streaming trajo comodidad a nuestras vidas al poder escoger películas de un catálogo que no ocupa un lugar físico en los hogares, también ha terminado con la fascinante idea de ir a una tienda para adquirir un DVD o BluRay original sin tener que depender de una suscripción y estabilidad de internet para disfrutarlo. Ahora solo esperamos la llegada del producto a los canales de streaming.
Al principio todo lucía como un paraíso para los amantes del cine. Por una suscripción de bajo costo en comparación con lo que pagamos por una renta en un videocentro se tenía el acceso a Netflix y un catálogo impresionante, pero tiempo después las casas productoras hicieron sus maletas y dejaron solo al gigante del Streaming para abrir sus propios servicios como en los casos de Disney Plus, Paramount y un largo etcétera. Es en ese momento en que los consumidores se ven afectados al tener que pagar más por ver películas.
La apertura de nuevas marcas de streaming llevó a la reducción y desaparición paulatina de la venta legal de películas en formato físico. La medida hizo que la gente ya no pudiera adquirir productos originales e incluso las compras legales actuales sean un engaño debido a que se adquiere un acceso en línea a un contenido que requiere internet y que en cualquier momento es retirado de los servidores por causas ajenas al cliente.
Todos pierden, todos perdemos
Pero seamos claros, no solamente los consumidores finales son los afectados al no poder ser dueños de una copia legal o pagar servicios a muchas compañías a las que no podemos tener acceso si no se tiene internet. Las empresas pierden la oportunidad de un ingreso extra por ese concepto de ventas físicas al mismo tiempo en que se ven obligados a realizar producciones propias y de manera rápida como es el caso de Netflix y Disney.
El mismo streaming se ha vuelto la piedra en el zapato para las casas productoras de cine. Al momento de lanzar una película en salas, la gente duda y prefiere esperar a que llegue a sus hogares como parte del servicio en su suscripción, lo cual provoca el fracaso en taquillas como lo fueron las películas de Elio, de Pixar y el live action de Blanca Nieves.
Por otra parte, la piratería se beneficia más en detrimento de la industria y en beneficio de los consumidores que no pueden comprar una auténtica copia legal, pero sí quieren tener el archivo de video para su uso personal de forma indefinida.
Actualmente la piratería no es necesariamente sinónimo de baja calidad. Ahora esa industria espera que los contenidos estén disponibles en las redes de streaming para descargarlos y ofrecerlos incluso gratis en canales de Whatsapp a través de TeraBox o por medio de USBs con costo en lugares públicos como plazas o tianguis.
Los problemas que enfrenta la industria podrían haberse aminorado si en lugar de eliminar el formato físico hubieran reducido la oferta con reservas limitadas pagadas por adelantado para no dejar toda la posibilidad de negocio al streaming y a la piratería. Bajo esa premisa fue que alguna vez Promotora Musical S.A de C.V (PROMUSA) ante la alta demanda de la película “Spiderman: Sin camino a Casa”, en México, gestionó la llegada de existencias de DVD y BluRay de esa película para sus clientes.
El medioambiente también pierde
Ser ambientalista y ser fan del streaming no es coherente. El streaming contamina más que la fabricación de formato físico, el cual termina por contaminar menos debido a que esos materiales regularmente no acaban en la basura. El streaming suele contaminar más en términos de emisiones de carbono debido al consumo energético permanente desde los servidores.
Tan solo información del Instituto de Estudios Ambientales y Energéticos, en Washington, estima que los centros de datos para streaming llegan a usar para enfriamiento hasta 19 millones de litros de agua por día, el equivalente al consumo de una ciudad de entre 10 mil y 50 mil habitantes.
Además, el streaming implica el uso de servidores en centros de datos, redes de transmisión y dispositivos del usuario (como TVs, computadoras o smartphones). Estos centros de datos consumen grandes cantidades de electricidad, y si la energía proviene de fuentes no renovables, las emisiones de CO2 son significativas.
El lado brillante del streaming se ha opacado con la sobreoferta y escalada de precios y el lado oscuro es cada vez más oscuro debido a la desaparición de una verdadera venta de productos legales y la contaminación ambiental y sobreexplotación del agua. Es decir, en el mercado legal la gente ahora paga más por no poseer realmente nada, lo que procura un agradable lecho de rosas a la piratería que ha llegado para retomar su trono.
Y por último, la gran interrogante: ¿Por qué la industria musical y de los videojuegos no han dejado de ofrecer el formato físico?. Sí lo han disminuido, pero no lo han dejado de lado.
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