Polen, vínculo entre nuestro pasado y presente

El estudio del polen y su ADN no solo permite a la ciencia conocer las rutas migratorias de los insectos para conocer su impacto en la flora, la fauna o las enfermedades relacionadas a alergias, también ha permitido demostrar que la polinización se puede dar entre continentes gracias a los insectos migratorios y también es de utilidad en la investigación de sedimentos arqueológicos, pues el polen es un silencioso testigo de la historia.

“El hecho de que sea posible distinguir la presencia y el género o especie de las flores en el sedimento arqueológico se debe a la naturaleza del polen. Éste es la célula reproductora masculina de las plantas fanerógamas y se encuentra en las anteras de las mismas. Parte de la estructura del grano es una capa externa compuesta de esporopolenina, llamada exina la que posee una morfología distintiva de acuerdo con la especie a la que pertenece” (Estudios de Cultura Náhuatl vol. 64 (julio-diciembre 2022): 109-141 ISSN 0071-1675)

El análisis palinológico, o el estudio del polen, ha sido fundamental en la comprensión de la vida cotidiana y las ceremonias religiosas en el memorable México Tenochtitlán. El polen preservado en las capas arqueológicas del Templo Mayor nos proporciona una visión detallada de la flora que rodeaba la ciudad, así como de las plantas específicas utilizadas en ofrendas y rituales. Por ejemplo, el descubrimiento de polen de especies como el maíz, el amaranto, y diversas flores ornamentales y medicinales, nos cuenta una historia de agricultura, dieta y espiritualidad.

La presencia de polen en las ofrendas dedicadas a dioses como Huitzilopochtli y Tláloc, revela no solo los tipos de plantas consideradas sagradas o ritualmente importantes, sino también las épocas del año en que se realizaban estas ofrendas, basado en la floración de las especies identificadas. Este conocimiento es crucial para entender el calendario ritual mexica y cómo el ciclo de la naturaleza estaba entrelazado con su visión del cosmos.

Asimismo, el polen nos ha ayudado a reconstruir el paisaje de Tenochtitlán, una ciudad construida sobre un islote en el lago de Texcoco, donde la vegetación era tanto una necesidad para la supervivencia como un elemento clave en las prácticas religiosas. Mediante el análisis de polen, los investigadores han podido corroborar la existencia de chinampas (islas flotantes de cultivo), los mercados florales, y la importación de plantas exóticas para usos ornamentales y medicinales.

La importancia del estudio del polen en el Templo Mayor radica en que ofrece una perspectiva única y detallada sobre aspectos de la vida mexica que de otro modo serían invisibles. Es una herramienta que nos permite no solo ver el pasado, sino olerlo y sentirlo, conectándonos con los habitantes de Tenochtitlán de una manera que los objetos materiales por sí solos no podrían. Así, el polen se convierte en un hilo conductor entre el México prehispánico y el presente, demostrando una vez más que incluso el más pequeño de los granos puede contener historias de civilizaciones enteras.

Es gracias al estudio del polen que podemos constatar que en el corazón de la antigua ciudad de México-Tenochtitlan, las flores no solo eran admiradas por su belleza, sino que también jugaban un papel crucial en los rituales dedicados a Huitzilopochtli.

Las ofrendas florales formaban parte integral de las ceremonias religiosas, especialmente durante la fiesta de Tlaxochimaco, dedicada a Huitzilopochtli y Tezcatlipoca. En esta celebración, se recogían las flores más aromáticas y coloridas de la región, como el girasol (chimalxochitl), la guayaba (xalxócotl), y el amaranto (huautli), entre otras. Estas se trenzaban en guirnaldas y se utilizaban para adornar tanto a los ídolos como los altares. Las flores, con sus aromas y colores, eran vistas como un medio para comunicarse con lo sagrado. Los mexicas creían que estas ofrendas, al igual que el sacrificio humano, alimentaban a los dioses, asegurando el ciclo de la vida y la fertilidad de la tierra. Huitzilopochtli, representado a menudo con atributos de colibrí, encontraba en estas ofrendas una especial veneración.

Las exposiciones modernas como "Flores para Huitzilopochtli" en el Centro Histórico de Ciudad de México nos permiten vislumbrar cómo estos rituales eran una manifestación tangible de la espiritualidad y la cosmovisión del pueblo mexica. A través del análisis de polen encontrado en ofrendas arqueológicas, se pudieron identificar las siguientes especies florales usadas: Guayaba (Psidium Guajava) / Girasol (Helianthus Annuus) / Pericón (Tagetes Lucida) / Amaranto (Amaranthus Cruentus) / Toronjil (Agastache mexicana) / Dalia (Dahlia Coccinea) / Cardos (Cirsium SPP.) / Milenrama (Achillea Millefolium) / Maíz (Zea mays) / y Axóchiatl (Lonicera Pilosa)

Antes de la conquista, Tenochtitlan era un lugar donde las flores no solo embellecían la vida cotidiana sino que eran un lenguaje de lo divino, una forma de mantener el equilibrio cósmico y asegurar la protección y el favor de Huitzilopochtli. Este legado floral nos recuerda no solo la riqueza cultural del México prehispánico, sino también la profunda conexión que los antiguos habitantes tenían con la naturaleza y el cosmos. ¿Y Por qué no la conexión entre el pasado prehispánico y el presente moderno.

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