Descubrimientos científicos en un viaje organizado en 1831 por autoridades de Inglaterra, con el fin de levantar un plano de los litorales de América del Sur y establecer nuevas rutas comerciales a raíz de la invasión napoleónica al imperio español, causaron revolución en los dogmas religiosos e ideas que cimentaban la concepción del mundo, abriendo paso no sólo a nuevos horizontes en biología, sino en todos los campos de la ciencia.
El responsable de tan intensa controversia fue Charles Darwin, quien tras un inolvidable viaje alrededor de casi todo el mundo a bordo del buque Beagle, se convirtió en el padre del evolucionismo. Un joven enfermizo e inseguro pasó a la historia de la ciencia al legar a la humanidad sus hallazgos sobre el origen y adaptación de todo ser viviente en la Tierra.
Fue invitado a la expedición gracias a su inclinación a la historia natural y al coleccionismo que tanto criticaba su padre. Previo a su viaje, el teólogo, sacerdote y profesor de botánica, Johns Stevens Henslow, quien conocía perfectamente las cualidades de naturista de Darwin, le obsequió el libro “Principios de Geología”, escrito por el que más tarde sería su amigo, motivación y cimiento contundente para desarrollar y publicar su teoría sobre la evolución de las especies, Charles Lyell.
Durante su viaje marítimo por casi todo el mundo, nada llamó más su atención que la diferencia que guardan las agrupaciones humanas en estado salvaje y los asentamientos en las ciudades industrializadas. Calificó la diferencia entre ambos como abismal, pues decía que resultaba más fácil entender y predecir los hábitos salvajes animales que los del hombre que suelen ser exageradamente irracionales.
Los fósiles de plantas y animales encontrados a su paso por la Patagonia, la impresión que le causó el estado civilizado y salvaje de los seres humanos, y las sorprendentes características de evolución y adaptación al medio ambiente de los pinzones, aves endémicas de las islas Galápagos, lo llevaron a aterrizar su teoría del evolucionismo en el que los seres vivos modifican su estructura para asegurar su existencia.
Los descubrimientos de Darwin son clave de una nueva biología que entiende las relaciones entre especies, su diferenciación, y su ubicación geográfica y temporal. Tales postulados dieron un severo golpe al creacionismo, movimiento que promovía la creencia hasta el siglo XVIII de que el mundo había sido creado tal como estaba.
El primer científico que utilizó el término evolución en un sentido biológico fue Saint-Hilaire, en 1831, tiempo en el que la obra de Lyell, “Principios de Geología”, generaba tanta controversia entre pensadores.
Los principios de Lyell ejercieron gran influencia en Darwin durante su viaje en el Beagle en el cual cambió su mente hacia el concepto evolutivo, a consecuencia de sus observaciones. Se percató de la presencia de especies correlacionadas, pero distintas en zonas adyacentes de un mismo continente; se dio cuenta de la similitud de estructuras entre formas fósiles y vivientes en las mismas áreas y de la semejanza de especies isleñas respecto a continentes cercanos y de las diferencias que existen entre especies de lugares cercanos como las islas Galápagos. Estos hechos sólo podían explicarse en función de modificaciones específicas en un ancestro común, resultado de una adaptación al medio como condición para sobrevivir.
Así pues, hasta nuestros días, Darwin es sinónimo de ciencia, pues trato de explicar el origen y evolución de los seres vivos, con bases sólidas. Gracias a ello, los científicos pueden seguir avanzando en interrogantes como lo es el mapa de la vida y la clonación, temas que tanta controversia han generado como sucedería en el Siglo XVIII. Así es la ciencia, siempre innovadora.
El evolucionismo que propone Charles Darwin da por sentado que todo tipo de organismos vivos han sufrido a lo largo de millones de años cambios en su estructura para poder adaptarse a su medio ambiente. La desaparición de los dinosaurios tal vez fue sólo una modificación de tamaño de los réptiles para cubrir sus necesidades de alimento ante la escasez del mismo en su tiempo.
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