lunes, 2 de noviembre de 2009

Para Galileo Galilei el infierno está en la Tierra.

Galileo Galilei, uno de los científicos que han forjado su nombre para siempre en la historia de la ciencia alguna vez fue atraído por la vida monástica en 1571, año en que fue ingresado al monasterio camaldulense de Vallombrosa para estudiar griego, latín y lógica. Su padre Vincenzo Galilei se horrorizó ante la situación e intentó alejarlo lo más posible de todo aquello relacionado a la iglesia. Lo que realmente quería no era que Galileo fuera monje, sino un médico con posibilidades de un rentable futuro, lo cual nunca sucedió debido a que sus preferencias estaban en el campo de las matemáticas.

Tal vez esa inclinación, sumada a una petición muy especial de la Academia Florentina, hizo que Galileo Galilei ofreciera dos lecciones sobre la forma, la ubicación y las dimensiones del infierno de Dante. Tenía 24 años, tres después de que abandonará la universidad. Para Galileo no resultaba difícil ver en cada fenómeno o suceso la prefiguración del todo y la propuesta de la Academia Florentina significaba para él, en forma de metáfora, la posibilidad de demostrar que todo puede ser y debe ser medido.

El relevo topográfico del infierno para los tiempos en que vivía Galileo Galilei no era algo novedoso. Se dice que en esa época ya existían dos comentadores de Dante Alighieri: Manetti, de Florencia, y Vellutello, de Lucca. Lo que Galileo justamente se proponía era comprobar cuál de sus propuestas se acercaba más a la imaginación del autor de la Divina Comedia.

El infierno no es más que una superficie de forma cónica explica Matias Alinovi y agrega: “Imaginemos, dice Galileo, una línea recta que una el centro de la Tierra (que es además el centro de la gravedad y del universo) con la ciudad de Jerusalén, y a su vez, un arco que se extienda sobre la superficie de las aguas y las tierras y que mida la duodécima parte de la mayor circunferencia de la Tierra. Pues bien, la superficie del infierno resulta de la revolución del plano que queda así definido –imaginemos nosotros una tercera línea que una la punta del arco con el centro de la Tierra– en torno del eje fijo que une Jerusalén y el punto que todavía entonces es el centro del universo. Si caváramos, dice Galileo, quedaría entonces en el lugar en el que la tierra estaba un pozo en forma de superficie cónica: el infierno.

“Galileo procede entonces a calcular, empleando resultados de Arquímedes, el tamaño de los diferentes círculos de condenados y a describir su distribución más probable. Hacia el final de la primera lección calcula la estatura de Lucifer, que tiene el ombligo en el centro del mundo, mediante una regla de tres simple: la altura de Dante es a la de un gigante, lo que la del gigante al largo de un brazo de Lucifer. En la segunda lección anuncia que seguirá, en la lectura, los pasos de Dante y de Virgilio a través del infierno para establecer todas las precisiones topográficas posibles. Galileo, la tercera sombra espectral que alguna vez recorrió el infierno, más atenta a las proporciones del decorado que al espectáculo moral de la condena”.

Pero... ¿quién era ese hombre que había hecho esa descripción tan peculiar? Galileo Galilei... ¿qué decir de ese gran hombre de ciencia víctima del temido tribunal de la Inquisición en su tiempo? ¿Sus datos personales? ¿Su biografía? Son datos que inundan internet, libros y enciclopedias. Nació en Pisa, Italia, en el año de 1564 y murió en Florencia, en 1642.

Galileo Galilei se caracterizó por su postura anti aristotélica. Sus investigaciones pusieron en jaque teorías que se habían considerado verdaderas durante siglos. Por ejemplo, conjeturó que los cuerpos caían a una misma velocidad independientemente de su peso. Señalaba que si era cierto que los cuerpos más pesados caían más rápido que los ligeros, el granizo más grande debía formarse más alto en la atmósfera y a una distancia adecuada para caer al suelo al mismo tiempo que el más pequeño, lo cual era muy improbable. Actualmente, se sabe que los objetos en el vacío caen a la misma velocidad independientemente de su peso.

Al respecto vale mencionar que es falsa la idea de que Galileo lanzara objetos de diferentes pesos y tamaños desde lo alto de la torre inclinada de Pisa para contradecir las ideas de Aristóteles, lo cual no significa que no hubiera quien lo hiciera, recuérdese el caso del hidráulico holandés Simon Stevin en 1586 cuya intención era restar credibilidad a las teorías de Galilei. Lo que realmente hizo Galileo Galilei al respecto fue deslizar esferas de bronce cuesta abajo por una superficie lisa de planos inclinados con distintos ángulos.

El admirable personaje de la historia científica también perfeccionó el telescopio, lo que le valió, junto a sus observaciones, ser considerado el padre de la astronomía moderna. Demostró que la superficie de la Luna no era cristalina sino que estaba cubierta de cráteres y montañas con lo que refutó otras de las ideas aristotélicas; la absoluta perfección de los astros.

Entre sus aportaciones como astrónomo, filósofo, matemático y físico se encuentran el movimiento pendular y las leyes del movimiento acelerado. Descubrió las manchas solares así como los cuatro satélites mayores de Júpiter pero, sobre todo, demostró que no todos los astros giraban alrededor de la Tierra. Tal respaldo a la teoría copernicana y su falta de reconocimiento a la obra de Kepler, mismo que lo alentara a publicar sus ideas, le valió la condena de las autoridades eclesiásticas representada en cadena perpetua y la negativa de erigirle un sepulcro por no ser un hombre libre. Lo anterior no le impidió representar un papel fundamental para edificar la moderna visión del universo y haberse convertido en un símbolo de la lucha contra la autoridad y de la libertad en la investigación.

Ante la inquisición se presentó con un miedo que le obligó a realizar su testamento. Para salvar su vida se retractó en el momento de la visión heliocéntrica, pero hay quienes dicen que al final de su existencia exclamó las palabras clave que quedaron grabadas en el epitafio de su tumba “Y, sin embargo, se mueve”.

El papa Juan Pablo II había rehabilitado la figura de Galileo pero, su sucesor, parece no manifestar su apoyo a esa decisión al haber declarado presuntamente que “En la época de Galileo la iglesia fue mucho más fiel a la razón que al propio Galileo, el proceso contra Galileo fue razonable y justo”.

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