Cuando uno muere lo que más tarda en descomponerse es el esqueleto. Es decir, el sistema óseo. Al tacto parecería ser algo inerte, pues en mayor medida está compuesto de materia inorgánica como calcio y fósforo, entre otros elementos. Científicamente es mejor denominarlo como endoesqueleto, pues se encuentra en el interior de muchos animales y proporciona el armazón interno que les da forma.
Además de las funciones de soporte, es decir, de la estructura que nos permite tener una consistencia rígida, se encuentra la de protección de órganos vitales como el corazón, hígado, riñones, etcétera. Tan sólo la caja torácica cubre partes vitales de nuestra anatomía como por ejemplo los sistemas digestivo y respiratorio. A pesar de ello, algunas personas pueden llegar a creer que no tiene vida, pues permanece casi inalterable con el paso del tiempo después de morir.
Pues bien, esas ideas son totalmente erróneas. El esqueleto es una estructura llena de vitalidad. De hecho es considerado el de mayor capacidad de regeneración y ajuste a su medio. Está, incluso, más vivo que el resto de nuestro organismo. El 30 por ciento de su composición es materia orgánica, entre la que se hallan el colágeno y las células encargadas de la formación y reabsorción del tejido óseo.
Los huesos del esqueleto almacenan calcio, mineral esencial para la actividad de las células nerviosas y musculares; y el núcleo blando del hueso, la médula ósea, es el lugar donde se forman los glóbulos rojos, ciertos glóbulos blancos y las plaquetas, que forman parte de la sangre.
El hueso interacciona con el cuerpo cediendo o acumulando minerales de acuerdo a las necesidades del momento. Por ejemplo, al hacer ejercicio físico de manera constante induce al hueso acumular más calcio para obtener una consistencia más dura. Sin embargo, si se sostiene un ritmo de vida sedentario el hueso tiende a perder minerales lo cual desemboca en osteoporosis.
Una prueba más de que el esqueleto está vivo es su capacidad de recuperación tras una fractura. A través de un tratamiento el hueso adquiere de nuevo su consistencia y si se pudiera ver directamente no se apreciará después de algún tiempo la cicatriz como sucede regularmente con la piel. Los astronautas padecen problemas en los huesos debido a la ausencia de gravedad que propicia que el tejido óseo comience a ceder calcio al organismo.
El tejido óseo conserva la capacidad de regenerarse, o en otras palabras generarse a sí mismo nuevamente, capacidad que no tienen por ejemplo el tejido nervioso cerebral o el muscular del corazón. El esqueleto está tan vivo que su estructura mineral perdura hasta después de la muerte.
Por cierto, la cerveza tiene alto contenido de silicio. Últimas investigaciones revelan que puede intervenir en la prevención de la descalcificación de los huesos en casos como la osteoporosis.
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