martes, 14 de abril de 2009

Travesía de un correo electrónico en la “súper carretera de la información”.

Mandar un correo electrónico a otra persona es sencillo. La mayoría de los usuarios de computadoras tienen contacto con Internet y saben cómo hacerlo. Se ha vuelto parte de lo cotidiano al igual que una llamada telefónica. Se redacta el mensaje, se adjunta un archivo, se selecciona enviar o mandar y el mensaje sale disparado a gran velocidad. En un instante puede ir de un extremo a otro del planeta.

Tanta bondad tecnológica facilita la vida a cualquiera. Por ejemplo, un grupo de estudiantes puede hacer la tarea en equipo cada quien en su casa. Es suficiente sólo con que tengan a la mano el teléfono y la computadora conectada a internet para trabajar y ponerse de acuerdo en unas cuantas horas, lo cual permite ahorrar tiempo, dinero y esfuerzo.

Existen varios servicios de Internet en el mundo. Ponen a disposición del público usuario un servidor que los contacta con la red a nivel internacional. Para que un correo electrónico inicie su travesía, es necesario que dicho servidor identifique el mensaje así como su emisor y receptor, para que el rastreador de sitios busque la dirección a la que va destinado.

Terminada esa fase, el mensaje, compuesto de bits y bytes, es decir sus unidades de medición, se desintegra en varios “paquetes” con el fin de que viajen más rápido. Cada partícula va marcada con la información del emisor y receptor, es decir de quien lo escribe y quien lo recibe, a fin de que el “rompecabezas” pueda reconstruirse nuevamente en el lugar de destino.

El ciberespacio es como una red de más 65 mil carreteras. Imagínese que se cruzan por todo el planeta en forma de telaraña. Sobre ellas, en vez de automóviles, viaja información. Y así como existen policías que controlan el tráfico vehicular, en este caso hay selectores de vía que escogen la ruta más rápida para su correo electrónico e identifican los puntos de atasco para buscar alternativas más veloces.

Cuando entra la información a zonas de rápido acceso, viaja á través de un cable de fibra óptica. En su interior un haz de fibras de vidrio no más gruesas que un cabello humano sirven de transporte para su mensaje. De esa forma es que la información da la vuelta al mundo en segundos abriéndose paso entre miles de cuartillas de texto por segundo o 400 mil llamadas telefónicas simultáneas. A veces el mensaje ingresa a zonas de baja velocidad y es cuando entonces otros selectores de vía lo impulsarán de nuevo.

Cuando el correo electrónico llega a la ciudad de destino es recogido por el servidor local el cual, a su vez, pasará la información a la página de Internet correspondiente al mantener estrecha comunicación. Una vez ocurrido lo anterior, los múltiples “paquetes” se unen para reproducir, en la pantalla del destinatario, el mensaje tal cual fue emitido. Parece un proceso largo. Pero se da en cuestión de segundos. Es curioso, pero los servidores se piden autorización el uno al otro para emitir y recibir información e incluso mantienen contacto para notificar de la llegada y salida de los correos.


Clave del éxito de un correo electrónico

La popularidad del correo electrónico en nuestros días es enorme. La facilidad de mandar una carta o un archivo al otro lado del mundo en cuestión de segundos es aprovechada para ganar dinero a través de espacios publicitarios ofrecidos a la iniciativa privada. La promesa, mostrar sus productos a millones de usuarios del correo. Por eso, al igual que la radio, televisión y prensa, se vale de su nivel de audiencia.

La clave del éxito entonces radica en el número de suscriptores que tiene un servicio de correo y el número de mensajes que circulan. Lo anterior significa que muchas veces son mentira los mensajes que alertan a los usuarios sobre la decisión del proveedor de suprimir cuentas de correo si no haces envíos masivos a tu directorio. La única posibilidad de que ocurra es que no uses el servicio en un periodo de tiempo considerable.

El interés en que un usuario reenvíe grandes cantidades mensajes de un mismo correo electrónico se centra en aumentar el campo de acción para instalar virus en las computadoras y buscar datos para hacer llegar por vía ilegal mensajes publicitarios, mejor conocidos como spam o basura. De allí el enorme riesgo de abrir correos de direcciones desconocidas y, más aún, descargar archivos.

La prueba de que el número de suscriptores es importante para el fortalecimiento de una empresa dedicada al correo electrónico es el caso de Hotmail, firma que en poco más de dos años se consolidó como la empresa de comunicación de más rápido crecimiento en la historia. Fue en diciembre de 1995 cuando Jack Smith, uno de los cofundadores se le ocurrió crear un servicio de correo electrónico gratuito que se pudiera acceder desde cualquier computadora. Como cualquier empresa necesitaba una fuerte inversión.

El trabajo del socio Sabeer Bhatia fue vital para el nacimiento de Hotmail pues fue quien se dedicó a conseguir y negociar el presupuesto. Bhatia y Smith solicitaron, en un principio, voluntarios para trabajar en su proyecto con la promesa de ser remunerados en cuanto hubiera ganancia. Los servicios de su compañía comenzaron oficialmente el 4 de julio de 1996 y ahora los usuarios ya no necesitaban ser dueños de una computadora.

Los primeros usuarios encontraron la página por sí solos y luego les mandaron mensajes a sus amigos, 100 usuarios en la primera hora, 200 en la siguiente, 250 en la tercera. El sistema dio origen al concepto de “mercadotecnia viral”, en la cual cada mensaje electrónico enviado desde Hotmail era un anuncio del servicio.

Pronto la empresa contó con 100 mil suscriptores avaluándose en la nada despreciable cantidad de 18 millones de dólares. Mientras pasaba el tiempo Hotmail se fortalecía. En la actualidad se valúa en más de mil millones de dólares y ha formado parte de la subdivisión de Web Essentials de la empresa Microsoft.

No hay comentarios:

Publicar un comentario