En un futuro no muy lejano, la preocupación por el agotamiento de las reservas de agua potable podría ser cosa del pasado, y no sólo eso, también estaría garantizado el suministro de energía eléctrica casi de por vida y sin contaminar el medio ambiente. Lo anterior puede ser posible gracias al proyecto de Conversión de la Energía Térmica del Océano, OTEC.
El costo del sistema es muy alto, por lo que su construcción es lenta. Se estima se acelerará luego de una mayor carencia de los combustibles. El funcionamiento de una central OTEC, sistema compuesto de dos tuberías que recolectan agua caliente de la superficie del océano y fría del fondo aprovecha la diferencia de temperaturas para generar energía. El proceso se puede resumir en tres pasos. 1.- El agua caliente se convierte en vapor. 2.- El vapor incide sobre una turbina. 3.- El vapor se refrigera con el agua del fondo marino regresando a estado líquido pero ya desalinizada con lo que se hace potable.
Las centrales OTEC aprovechan la radiación solar obtenida por el océano que equivale al contenido térmico de un cuarto de billón de barriles de petróleo. Lo que especialistas pretenden es convertir parte de esa reserva en energía eléctrica indispensable para la industria y millones de familias.
Fue en 1831 cuando Faraday descubrió que hacer girar una bobina en medio de dos polos de un campo magnético genera electricidad.
En la actualidad todas las formas de generar electricidad coinciden en hacer trabajar una turbina. Las diferencias radican en los procedimientos que se siguen para ello. Existen diversos métodos de producción entre los que destacan las centrales hidráulicas, térmicas y de fisión nuclear.
En las centrales hidráulicas se aprovechan los saltos de agua. El líquido cae desde las torres de embalse hasta las turbinas para moverlas. En las centrales térmicas se utilizan principalmente hidrocarburos para generar vapor y calor que impulsan las turbinas y en las centrales de fisión nuclear se utilizan elementos que emiten radiaciones como el uranio, material con el que se construyen las bombas atómicas. Laguna Verde, en Veracruz, es un ejemplo de central de fisión nuclear.
La reacción de fisión más común consiste en bombardear un núcleo de uranio con un neutrón con el objetivo de que se rompa dando lugar a un núcleo de bario, otro de kriptón y tres neutrones. Si los neutrones producidos chocan a su vez con otros núcleos de uranio se producirán tres reacciones iguales. Si el proceso sigue sin control se obtiene una reacción en cadena que puede resultar letal. En los reactores de fisión se aprovecha esa energía pero evitando la reacción en cadena a través de barras de cadmio, material que se “come” los neutrones. Como siempre el objetivo final es mover una turbina para generar electricidad.
Los problemas que ofrecen las centrales hidráulicas, térmicas y las de fisión va en el sentido de que se agotan las materias primas que utilizan: agua, derivados del petróleo y sustancias radiactivas respectivamente. Es sabido que el petróleo y agua son recursos que al faltar pueden poner en riesgo a la industria y a la vida. Además los procesos que se dan en ese tipo de centrales son altamente dañinos a la ecología.
Preocupada la comunidad científica ante la posibilidad de un desastre ecológico buscan otras alternativas para generar electricidad, entre las que destacan las centrales eólicas que utilizan el poder del viento para mover turbinas, las centrales solares que utilizan la radiación del Sol, las centrales maremotrices que aprovechan la fuerza de las mareas.
Por otra parte, científicos buscan recrear la fusión nuclear, que se diferencia de la fisión en que dos núcleos chocan y se funden para lograr un único núcleo más pesado, en vez de dividirse dando lugar a otros elementos. Un método con el que se podría lograr lo anterior es el bombardeo de tritio y deuterio con rayos láser de alta potencia para dar lugar a núcleos de helio que desprenden gran cantidad de energía de una manera más limpia.
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