jueves, 16 de abril de 2009

Ciencia contra el gigantismo en la ficción.

Hormigas, arañas y otros insectos o animales gigantes ocupan un lugar preponderante en las historias de ciencia ficción. Mantienen al público del género al borde del asiento o pegados a las páginas de su libro. En realidad lo que a muchos llama la atención es lo grotesco y completamente alejado de la realidad.

Cuando se habla de situaciones alejadas de la realidad se hace estrictamente desde el punto de vista científico y es entonces cuando se hace inevitable enfatizar que los insectos gigantes no pueden existir, al menos no aquellos que están diseñados para soportar un tamaño ya designado por la naturaleza. No es ni biológica, anatómica, física ni matemáticamente posible.

El crecer o disminuir un cuerpo respetando su estructura puede definirse como llevar un objeto a escala. Disminuir el tamaño de un avión o un auto respetando sus dimensiones es un claro ejemplo. Según diversas películas los insectos gigantes son el azote de los personajes. Pero al tener sus características anatómicas exactas y la dimensión en la que se presentan se convierten en algo imposible de existir.

Lo anterior obedece a una ley simple: la del hexaedro. Explica que si aumentamos las dimensiones de un cubo al doble, se obtendría otro que no es dos veces más grande sino ocho. Tan fácil como decir que dos al cubo es ocho. Pero su base será solo cuatro veces más grande.

La forma de comprobar lo anterior es sencilla. Se puede hacer con dados pues tienen forma cúbica. Trate de aumentar un dado al doble respetando sus proporciones. Se dará cuenta que necesitará otros tres iguales para completar la base y otros cuatro para la parte superior. Sólo de esa forma conservará las proporciones exactas del cubo.

Es inevitable decir que el cubo que será ocho veces más grande será sólo cuatro veces superior en su área de apoyo. Lo anterior se aplica a insectos gigantes de la misma manera. Una araña dos veces más larga, alta y ancha pesaría ocho veces más y siendo sus patas sólo cuatro veces más grandes no podrían sostener su peso. Y eso solo hablando de escalarla al doble, lo cual no se traduciría en un ser gigante sino sólo un poco más grande.

En pocas palabras los insectos gigantes no podrían existir en el mundo real tal como los conocemos. Tendrían que cambiar su estructura para poder adecuarse a su propio peso y ya no serían los mismos. Serían otra cosa incluso diferente en forma. Basta comparar las patas de una araña “patona” con las de una tarántula que serían más anchas y con otra morfología.

La naturaleza es sabia, pero para que un ser viviente modifique su estructura al adaptarse a su medio requiere de millones de años. Lo anterior hace absurdo pensar que una mutación por radiación pueda generar gigantismo como lo hacen ver los escritores de ciencia ficción.

Si hubiera animales gigantes se enfrentarían a otro problema independientemente de su propio peso, el de la alimentación. El ingeniero de la UNAM, Alfredo Corona Pérez explica que un gorila como King Kong no podría existir independientemente de las cuestiones matemáticas por que tendría que haber un hábitat diferente con recursos alimenticios ilimitados como plátanos enormes por citar un ejemplo; y agrega que los dinosaurios si pudieron haber existido por que su medio entonces si se adecuaba a sus requerimientos energéticos y sus proporciones estaban configuradas para sostener su propio peso.

La ingeniera bioquímica María del Carmen Fernández Orozco dice que no todas las películas y libros de ciencia ficción rompen las reglas y se alejan de la realidad científica. Algunos como Isaac Asimov si consideran la realidad científica “al llevar a los lectores o auditorio a otros mundos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario