sábado, 9 de junio de 2012

El Punto G, en eterno debate; nuevo estudio en EU refuerza la polémica.

Creencias fantásticas sobre el sexo siempre han existido por generaciones. Si lo largo del pene es importante en la calidad de una relación sexual. Si ser homosexual es normal o si es una enfermedad. Si algunos alimentos son afrodisiacos…o no. Si el tener relaciones sexuales en la adolescencia genera un prematuro sentido de independencia como ocurre entre los jóvenes estadunidenses, y si esa situación se puede presentar en la sociedad de otros países como México por citar un ejemplo y, por supuesto, la eterna pregunta ¿el Punto G existe en realidad?

Adam Ostrzenski es el nombre del médico que podría volverse historia de comprobarse científicamente su temeraria declaración de haber descubierto el Punto G en el órgano reproductor femenino. Originario de Estados Unidos, con especialidad en ginecología, se convirtió en noticia luego de haber practicado una disección de la pared interior frontal de la vagina del cadáver de una mujer de 83 años de edad.

El punto G ha sido controversial durante décadas debido a que, hasta ahora, no ha sido confirmada su existencia por la ciencia y, porque las funciones que se le “atribuyen”, tienen que ver con el extremo placer en la mujer. Lo cierto, es que el estudio fue publicado en la revista Journal of Sexual Medicine y desde luego en los medios de comunicación del mundo entero.

De acuerdo a Adam Ostrzenski el Punto G identificado se presenta como una diminuta cavidad bien estructurada en la parte posterior de la membrana perineal localizada aproximadamente a 16.5 milímetros de la parte superior de la uretra en un ángulo de 35 grados en relación a la parte lateral de la misma. De acuerdo a su descripción, en el caso específico, el Punto G medía 8.1 milímetros de largo con un ancho variable entre 3.6 mm y 1.5 mm y una altura de 0.4 mm.

“Este estudio confirma la existencia anatómica del punto G, lo cual puede conducir a una mejor comprensión y mejora de la función sexual femenina”, aseguró Ostrzenski a los medios de comunicación en abril de 2012.

El punto G fue mencionado por primera vez por el ginecólogo alemán Ernst Graefenberg en 1950 quien lo calificó como un lugar muy sensible en la vagina que, estimulado de forma correcta, puede dar a la mujer gran excitación y un orgasmo mucho más potente de lo normal.

Tales declaraciones sobre el Punto G pronto fueron desmentidas por expertos al no encontrarse elementos contundentes de su existencia y han cuestionado la teoría como un mero pretexto para hacer negocios con productos sexuales. Es totalmente subjetivo, consideran otros, al tiempo que minimizan el número de mujeres con niveles de excitación más elevados a la media registrada por estudios en la materia.

En 2008 Journal of Sexual Medicine publicó el trabajo de un investigador de origen italiano que practicó una ecografía del área de la vagina de nueve mujeres que decían experimentar orgasmos de tipo vaginal y 11 que decían que no. Entonces se concluía que el Punto G existía solamente en algunas mujeres, lo cual fue más tarde puesto en tela de juicio debido a que no quedaba claro si la supuesta característica anatómica era una estructura desconocida o simplemente una extensión del clítoris.

En 2010 se atribuyó a científicos británicos del King's College de Londres un estudio que comprendió a mil 800 mujeres de entre 23 y 83 años de edad en la cual se desmintió la existencia del Punto G al no existir evidencias contundentes. Ahora, dos años después, en abril de 2012 Adam Ostrzenski levantó la voz para asegurar que el Punto G existe.

Actualmente los conocimientos acumulados en la materia son pocos siendo el último dato generado por el doctor Adam Ostrzenski el agregado a las definiciones del Punto G existentes en publicaciones de salud y sexualidad y en internet. Lo cierto, es que ha destacado la difusión de la revista Journal of Sexual Medicine en este tema de inquietud mundial.

Muchas mujeres aseguran tener el punto G aunque otras consideran que no existe. Tal polémica puede tomar todavía más décadas hasta que un trabajo de investigación bajo riguroso método científico permita llevar el concepto a los libros de anatomía. Tal posibilidad es considerada remota debido a que no ha sido un tema prioritario por la comunidad científica internacional.

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