domingo, 23 de mayo de 2010

Cultivos de células madre permitirían producir carne libre de toxinas y sin matar animales.

Dentro de una década podría llegar a ser posible comer carne sin sentimiento de culpa. Ello, debido a que desde ahora ya se realizan trabajos experimentales para producir ese alimento con menos toxinas en laboratorio.

El proceso que en un futuro pondría fin a los mataderos tiene que ver con el cultivo de células madre o de músculo de animales como corderos, cerdos o pollos. Tal alternativa representa uno de los cincuenta inventos del año pasado de acuerdo a la revista Time.

Esa carne tendría las mismas proteínas, pero sería "más sana y menos contaminante". Controlarían incluso su producción para evitar el mal de las vacas locas o la gripe “A” y tal sería su calidad, que su consumo prevendría ataques cardiacos.
Jason Matheny, director de New Harvest, organismo coordinador de los científicos interesados en el proyecto, se encuentra consciente de que existen muchos detractores y desconfiados hacia esa nueva forma de producir cárnicos. Para convencerlos, no hace más que recordarles que la mayor parte de lo que se consume viene de un laboratorio. Claros ejemplos son la leche, el queso e, incluso, las bebidas gaseosas.

Tales prácticas experimentales para producir cárnicos acabarían con el sacrificio de seres vivos, lo cual agradecerán los defensores de animales de todo el mundo y los vegetarianos por convicción. Jason Matheny señaló que a hasta la fecha no se tienen evidencias de ningún riesgo para la salud humana.

El informe de Naciones Unidas "La larga sombra del ganado" revela que la producción ganadera devasta el Amazonas y aumenta el calentamiento global. Es por ello, dicen defensores, que la nueva tecnología de producción de carne se convierte además en una opción ecológica.

El secreto se encuentra en una especie de sopa "biomédica" compuesta de nutrientes de la sangre de animales en conjunto con microorganismos. Los resultados actuales son sólo unas pequeñas tiras de carne de un centímetro de largo que pueden ser estiradas y a las que se puede añadir proteínas.

La NASA entró en el camino de esta investigación en 2001 para mejorar la dieta de los astronautas, pero su largo y caro desarrollo acabó con el proyecto. Desde entonces, Holanda es el que más ha invertido en esta carrera, unos cinco millones de dólares, y le siguen centros de investigación en Estados Unidos, Japón, Australia y en los países escandinavos.

A decir de especialistas, la fórmula para reducir los costos es utilizar ingredientes menos costosos y perfeccionar la automatización de máquinas que permitan reducir la intervención de la mano del hombre en el proceso.

Son tan pocas las cantidades de carne que se producen por el nuevo método de fermentación que ahora comerse una hamburguesa costaría un millón de dólares, cantidad imposible de pagar para la gran mayoría de la población en el planeta.

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