lunes, 25 de enero de 2010

Una parte de la evolución congelada en el tiempo; microorganismos emiten luz en el mar.

Uno de los primeros defensores de la teoría de la evolución de Charles Darwin, el zoólogo y fisiólogo alemán, Ernst Haeckel, nacido en 1834, descubrió las características de los dinoflagelados responsables de las mareas rojas y fenómenos lumínicos que se aprecian algunas noches en el mar, lo que hizo que los agrupara en un reino independiente al vegetal y animal pues tienen características de ambos al ser capaces de sintetizar su alimento pues contienen clorofila y también atrapan, digieren y excretan animales vivos.

Aun cuando se encuentran con mayor frecuencia en los mares cálidos se pueden localizar en todas las zonas del planeta originando fenómenos sorprendentes como la luminiscencia generada por la Noctiluca miliaris. Lo sorprendente, es que produce luz bajo temperaturas bajas para evitar destruir su delicada estructura, pero tan intensa que se puede ver desde muchos metros sobre la superficie del mar.

La teoría de que los dinoflagelados son una de las formas de vida más primitivas, sigue vigente hasta nuestros días, pues sus características confirman que constituyen el punto inicial donde inició la evolución la fauna y la flora. Esta hipótesis se ve avalada por los innumerables servicios que los seres unicelulares prestan a otras formas de vida al ser una fuente de alimento básica para animales mucho más grandes.

Otros organismos microscópicos que se pueden clasificar dentro de este tercer reino, son las diatomeas, pues a pesar de ser más vegetales que animales en cuanto a su alimentación, se encuentran bastante extendidas sobre el planeta.

Ninguna porción de agua dulce o salobre se ve libre de ellas. Similares a diminutas algas, las diatomeas muestran gran variedad de formas, a veces son esferas y en otras ocasiones tienen forma de rectángulos, pero casi siempre se asemejan a valiosas joyas, ovaladas, alargadas y transparentes cubiertas por dos capas de sílice perfectamente ensambladas que brillan con los colores del arco iris al ser alcanzadas por el sol.

Las diatomeas son relativamente inanimadas por lo que se trasladan a la deriva empujadas por las corrientes deslizándose entre sí con una rapidez extraordinaria para poder alcanzar la luz solar para llevar a cabo el proceso de fotosíntesis. Sus principales depredadores son los foraminíferos, otros seres vivos tan pequeños como la quinta parte de un milímetro, que los engullen a través de perforaciones sobre duros esqueletos de sílice que dejan pasar el agua y que al morir se convierten en gigantescos arrecifes y montañas oceánicas.

Cabe mencionar también a los radiolarios, o “sopladores de vidrio” que al igual que los foraminíferos segregan a su alrededor esqueletos de sílice con formas y colores muy diversos que suelen utilizarse después de terminar su ciclo de vida como filtrantes para uso industrial.

Este tercer reino demuestra que la vida existe en todos los rincones de la Tierra y que podría convertirse en un futuro no muy lejano en una fuente importante de recursos para la industria. Entre los postulados más importantes del zoólogo y fisiólogo alemán, Ernst Haeckel, se encuentra la hipótesis de que cada animal recorre a lo largo de su desarrollo embrionario todas las fases evolutivas que le han llevado a ocupar su lugar en el orden natural.

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