Por razones desconocidas hasta nuestros días, el cultivo de la oruga de la seda se olvidó nuevamente en occidente y hubieron de pasar varios siglos hasta que el emperador Justiniano logró levantar una gran industria sedícola en Bizancio, gracias a dos monjes persas que robaron en China algunos huevos del gusano y semillas de morera.
En lo que respecta a los asentamientos árabes, el dominio de la seda no les fue dado sino hasta entrado el siglo VIII, mientras que Italia, tuvo que esperar hasta el siglo XII, fecha en que Europa ya se había iniciado en esa industria con la calidad suficiente para mantenerse en el mercado trascendiendo las barreras culturales y comerciales.
En el medievo, el tráfico comercial de la seda entre China y Occidente fue tan intenso que el camino seguido por las caravanas que llegaban hasta Roma tomó el nombre de Ruta de la Seda. Ante el auge de ese material, científicos buscaron sin éxito al ancestro salvaje de la oruga creadora de la seda para buscar otras formas de producción.
Las prestigiadas orugas se alimentan de una planta llamada morera, en donde cuelgan sus capullos, que construyen con un material proteico llamado fibroina, enrollado con una sustancia gomosa. El hilo de la seda es extraído a partir del proceso natural a través de procesos complejos.
Es un filamento continuo que suele alcanzar entre 600 y más de 900 metros de longitud por lo que, para poder desenrollar ese material de forma exitosa, tienen que matar a la oruga en proceso de metamorfosis para evitar que rompa la crisálida al convertirse en mariposa con la consecuente ruptura de los filamentos.
Una vez desenrollados los filamentos se entrelazan entre sí para hacer un hilo más resistente. La goma que lo protege es removida con agua y jabón quedando solamente un hilo suave y lustroso con 30% menos peso que en el inicio del proceso de producción.
En ocasiones se trata el material con sales metálicas para aumentar su peso e incrementar su densidad y hacerlo más fácil de lavar y planchar. Este proceso, sin embargo hace a la seda más susceptible al daño que le producen las exposiciones prolongadas al sol o almacenamiento en lugares húmedos o con mucho polvo.
En la actualidad, el uso de la verdadera seda ha disminuido, más no desaparecido, a consecuencia de la fabricación a gran escala de fibras sintéticas. El aprecio que ancestralmente han tenido las prendas sobrevive gracias a que todavía ponen de manifiesto el gusto refinado de quien las usa ya que ningún otro material supera su comodidad y elegancia.
El concepto estará próximamente en redes sociales.
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