miércoles, 27 de enero de 2010

Bambú, un récord de la naturaleza; recurso valioso y renovable con más de mil 500 usos.

Es un verdadero récord de la naturaleza. Dicen algunas personas observadoras que llega a crecer a una velocidad apreciable a simple vista. Pero eso no es todo, para que de inicio ese vertiginoso desarrollo tiene que transcurrir un lapso de tiempo de hasta siete años a partir de los primeros segundos de su siembra y, para que alcance su plena madurez, tienen que pasar más de mil días. Por si fuera poco, tiene propiedades curativas, da flores en ciertas etapas de su ciclo vital y sus fibras son tan resistentes como el acero cuando ya están maduras y secas.

El bambú, también conocido como el oro verde de Asia, es utilizado por sus extraordinarias características, para construir edificios. Tan sólo más de la mitad de los rascacielos en Hong Kong se erigieron sobre un andamiaje de ese material. Especialistas clasifican a este vegetal como una gramínea leñosa de porte arbóreo de la que existen alrededor de mil 250 especies a lo largo y ancho del planeta.

Se estima su aparición cuando algunas especies de dinosaurios todavía habitaban sobre la Tierra. Por lo regular, se reproducen prolíficamente en zonas tropicales, subtropicales y templadas de todas las regiones del mundo, excepto Europa, donde se estima disminuyó durante la última era de hielo.

Cuando se podan con frecuencia y se tienen condiciones ambientales favorables los tallos de bambú alcanzan a crecer hasta cuarenta metros a lo largo de todo un año. Se estima que en 35 años una planta podría producir hasta 15 kilómetros de material resistente de hasta 30 centímetros de ancho, algo que el hombre impide, pues son cortados con anterioridad para aprovechar las fibras.

En cuanto a sus propiedades nutritivas no se queda atrás. Una porción de cien gramos de los brotes del bambú proporciona una cantidad considerable de fibra, calcio, hierro, vitamina C, Vitamina B1, proteínas, hidratos de carbono, fósforo y, en algunas variedades, glucosa y ácido glutámico.

Su fácil adaptación al entorno lo hace generoso con las tierras degradadas, pues tiene la capacidad de rehabilitarlas para la siembra de frutas y verduras. Además, el extenso follaje del bambú contribuye a reducir los efectos nocivos de las lluvias tropicales sobre el suelo debido a que las hojas forman al caer una capa de hasta diez centímetros de grosor, lo que reduce el impacto de las gotas de agua en el suelo y facilita la absorción y retención de humedad por la tierra.

El bambú tiene documentados más de mil 500 usos; desde producir leña y fabricar lámparas, hasta la construcción de medios de transporte. Debido a ello, la economía de sus principales exportadores se ve altamente beneficiada en millones de dólares al año. Lo mejor del bambú es que es un recurso renovable. Crece más rápido que cualquier tipo de árbol e, incluso, en lugares deforestados y contaminados. El bambú también se caracteriza por ser es una planta de gran elasticidad. Una vez arraigada en una construcción resiste los ciclones, pues se dobla sin romperse.

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