Sepulta la ciencia el 23 de octubre como el "cumpleaños" de la humanidad.
“La –ciencia- forma parte de la –historia-. La –historia- forma parte de la –ciencia-. La –religión- hace años jugaba un papel importante en cuanto la –ciencia- se refiere y, si ésta no se hubiera liberado de los dogmas para avanzar en el terreno del conocimiento, el 23 de octubre sería designado como “cumpleaños” de la humanidad, seguido de una gran jornada de fiesta internacional”. Así versaba un ensayo realizado por un servidor hace ya casi diez años y, ahora, vivimos de nuevo esa fecha tan significativa y controversial en el campo del conocimiento.
Algunos historiadores aseguran que en el siglo XVII, John Lightfoot, de la Universidad de Cambridge, señaló, en el contexto de la investigación teológica, al 23 de octubre como el inicio de la humanidad, mientras que, otros, atribuyen la propuesta al arzobispo James Ussher, quien dedujo que el primer día de la creación inició el atardecer anterior al domingo del 23 de octubre del año 4004 a. C. del calendario Juliano, cerca del equinoccio de otoño.
Por su parte, John Lightfoot dedujo que la creación inició un 23 de octubre el atardecer próximo al equinoccio de otoño, pero del año 3929 a. C. Ante tal “copaternidad” sobre la “fecha” el referente es a veces denominado cronología Ussher-Lightfoot, nombre rechazado por investigadores que confieren el total “crédito” a James Ussher.
Hasta antes de la Revolución Francesa, la Iglesia defendía firmemente sus ideas respecto al origen de la humanidad y no aceptaba puntos de vista diferentes. Según profundas investigaciones bíblicas realizadas por el arzobispo James Ussher y publicadas en 1650 en el texto Anales del Antiguo y del Nuevo Testamento, se calculaba la aparición de los seres humanos en el año 4004 antes de nuestra era. Los primeros intentos científicos contradecían esa idea, lo que generó presión por parte de los teólogos de la Sorbona.
En los inicios del siglo XIX, una vez rotos los lazos dogmático-religiosos, surgieron dos áreas destinadas al estudio de los orígenes del hombre. La primera enfocada a su desarrollo cultural y la segunda al físico. Recibieron los nombres de antropología cultural y antropología física, respectivamente. Se estima que la curiosidad científica sobre el tema se intensificó después de que Charles Lyell propusiera que se calculara en millones de años la edad de la Tierra.
El investigador francés Boucher de Perthes encontró en 1832 trozos de piedra grabada de civilizaciones anteriores a las fechas de la Iglesia. Para 1839, ya convencido de sus ideas, hizo público su conocimiento.
En 1859 la ciencia aceptó la idea de la prehistoria humana. Motivado por la teoría del origen de las especies de Darwin, quien decía que los humanos como los grandes primates actuales descienden de antepasados comunes, inició la búsqueda del eslabón perdido. Ya que a decir de algunos investigadores, quienes malinterpretaron esa posición, era necesario demostrar que habían existido otras especies humanas menos avanzadas que la contemporánea, pero más inteligentes que los monos.
Desde la primera mitad del siglo XIX se había sumado a la inquietud científica la clasificación de las tres edades. Se señalaba que la más antigua era la “edad de piedra”, le seguía la “edad de bronce” y finalmente la “edad de hierro”. Posteriores hallazgos introdujeron variantes. Por ejemplo, la “edad de piedra” se dividió en dos grandes apartados el paleolítico (piedra antigua) y el neolítico (piedra nueva), y más tarde se añadió el periodo mesolítico y el pleistoceno caracterizado por intensas glaciaciones.
Con tan sólo levantar la mirada podemos ver al hombre moderno. Todos desempeñan funciones diferentes dentro de la sociedad. Desde el indigente de la esquina hasta las personas más importantes del planeta. Todos pertenecientes a un sólo género, el Homo sapiens sapiens, nombre atribuido por el zoólogo sueco Carlos Linneo, en donde Homo se refiere al género y sapiens a la especie.
Texto con información de Revista de Geografía Universal años 1970 y 1980 además de otros medios de consulta sobre los citados autores. Esperamos comentarios, observaciones o precisiones. Son vitales para poder enriquecer o perfeccionar el texto. Se exhorta a historiadores a hacer sus aportaciones.
Algunos historiadores aseguran que en el siglo XVII, John Lightfoot, de la Universidad de Cambridge, señaló, en el contexto de la investigación teológica, al 23 de octubre como el inicio de la humanidad, mientras que, otros, atribuyen la propuesta al arzobispo James Ussher, quien dedujo que el primer día de la creación inició el atardecer anterior al domingo del 23 de octubre del año 4004 a. C. del calendario Juliano, cerca del equinoccio de otoño.
Por su parte, John Lightfoot dedujo que la creación inició un 23 de octubre el atardecer próximo al equinoccio de otoño, pero del año 3929 a. C. Ante tal “copaternidad” sobre la “fecha” el referente es a veces denominado cronología Ussher-Lightfoot, nombre rechazado por investigadores que confieren el total “crédito” a James Ussher.
Hasta antes de la Revolución Francesa, la Iglesia defendía firmemente sus ideas respecto al origen de la humanidad y no aceptaba puntos de vista diferentes. Según profundas investigaciones bíblicas realizadas por el arzobispo James Ussher y publicadas en 1650 en el texto Anales del Antiguo y del Nuevo Testamento, se calculaba la aparición de los seres humanos en el año 4004 antes de nuestra era. Los primeros intentos científicos contradecían esa idea, lo que generó presión por parte de los teólogos de la Sorbona.
En los inicios del siglo XIX, una vez rotos los lazos dogmático-religiosos, surgieron dos áreas destinadas al estudio de los orígenes del hombre. La primera enfocada a su desarrollo cultural y la segunda al físico. Recibieron los nombres de antropología cultural y antropología física, respectivamente. Se estima que la curiosidad científica sobre el tema se intensificó después de que Charles Lyell propusiera que se calculara en millones de años la edad de la Tierra.
El investigador francés Boucher de Perthes encontró en 1832 trozos de piedra grabada de civilizaciones anteriores a las fechas de la Iglesia. Para 1839, ya convencido de sus ideas, hizo público su conocimiento.
En 1859 la ciencia aceptó la idea de la prehistoria humana. Motivado por la teoría del origen de las especies de Darwin, quien decía que los humanos como los grandes primates actuales descienden de antepasados comunes, inició la búsqueda del eslabón perdido. Ya que a decir de algunos investigadores, quienes malinterpretaron esa posición, era necesario demostrar que habían existido otras especies humanas menos avanzadas que la contemporánea, pero más inteligentes que los monos.
Desde la primera mitad del siglo XIX se había sumado a la inquietud científica la clasificación de las tres edades. Se señalaba que la más antigua era la “edad de piedra”, le seguía la “edad de bronce” y finalmente la “edad de hierro”. Posteriores hallazgos introdujeron variantes. Por ejemplo, la “edad de piedra” se dividió en dos grandes apartados el paleolítico (piedra antigua) y el neolítico (piedra nueva), y más tarde se añadió el periodo mesolítico y el pleistoceno caracterizado por intensas glaciaciones.
Con tan sólo levantar la mirada podemos ver al hombre moderno. Todos desempeñan funciones diferentes dentro de la sociedad. Desde el indigente de la esquina hasta las personas más importantes del planeta. Todos pertenecientes a un sólo género, el Homo sapiens sapiens, nombre atribuido por el zoólogo sueco Carlos Linneo, en donde Homo se refiere al género y sapiens a la especie.
Texto con información de Revista de Geografía Universal años 1970 y 1980 además de otros medios de consulta sobre los citados autores. Esperamos comentarios, observaciones o precisiones. Son vitales para poder enriquecer o perfeccionar el texto. Se exhorta a historiadores a hacer sus aportaciones.
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