Investigadores pertenecientes al Laboratorio de Cronobiología Clínica y Experimental de la Facultad de Medicina de la UNAM dieron a conocer un estudio acerca del “jet lag”, definido como un síndrome de descompensación de horarios.Se trata de una alteración entre el reloj biológico y el tiempo externo, en la que intervienen claves temporales medioambientales. Los organismos vivos poseen un reloj endógeno que puede descompensarse. No obstante, estudios de laboratorio han llegado a precisar que no sólo es un reloj, sino también un sistema de medición temporal, conocido como sistema circadiano. De esta manera, al estar en condiciones constantes, por ejemplo, de oscuridad, el reloj genera un ritmo endógeno que mantiene al organismo sincronizado.
Al vivir en un ambiente cíclico generado por el movimiento de rotación de la Tierra, los organismos reciben una información alternante del ciclo luz-oscuridad, y estas fases de iluminación se convierten en señales temporales externas que el cerebro registra vía la retina, a través de un haz llamado retinohipotalámico. “Este haz lleva directamente la información luminosa y temporal al núcleo supraquiasmático, el reloj biológico; posteriormente, éste se sincroniza con el ciclo ambiental externo”, explicó Ángeles Castellanos.
El núcleo supraquiasmático dicta la temporalidad a los órganos vitales también conocidos como osciladores periféricos. Así, cualquier cambio temporal se ve reflejado en ellos. “Además, existen genes dentro de las neuronas del núcleo supraquiasmático y de osciladores periféricos, llamados ‘genes reloj’, cuya síntesis es de 24 horas y no se puede acortar. En ellos, se origina el mecanismo molecular que tiene que acoplarse al nuevo ciclo al que el viajero acaba de llegar”, indican los investigadores.
Por ejemplo, si se viaja en avión hacia el este, a Europa en nuestro caso, se “adelanta” el día; es decir, hay un avance en el tiempo externo, pero no en el sistema circadiano, lo que genera la desincronización. El organismo humano recibe, a través de los ojos, información de un tiempo que transcurre en el exterior, pero el reloj endógeno registra seis horas de atraso.
“Entonces, lo que hace la maquinaria de este reloj es modificar el tiempo para ajustarse a ese día tan corto, o a esa noche tan corta, según la hora en que se viaje. En ese momento aparece el desajuste entre el tiempo del ambiente externo y el reloj interno de los osciladores periféricos”, apuntó Ángeles Castellanos.
Una de las alteraciones más evidentes se presenta con el horario de los alimentos. Para muchas personas que no están acostumbradas a comer de noche, la digestión se complica porque las enzimas digestivas actúan en horarios distintos y no están acopladas a los tiempos de otro huso horario. “Esta desincronización externa entre el ciclo luz-oscuridad y el reloj puede provocar síntomas como la taquicardia, debido a la desregulación del sistema cardiovascular.
Además se pueden presentar alteraciones digestivas, constipación, fatiga, insomnio, irritabilidad y confusión. Incluso, se habla de riesgo de cáncer mamario cuando se padece jet lag de manera crónica. Pese a esa situación los investigadores del Laboratorio de Cronobiología Clínica y Experimental de la Facultad de Medicina de la UNAM concluyeron que la pérdida de sincronización y, sobre todo, la pérdida de amplitud del ritmo de algunas variables metabólicas mejoran con el alimento. “Para el caso específico del jet lag encontramos un uso terapéutico del alimento, al que llamamos cronoterapia alimenticia. Tras años de trabajo pudimos concluir que comer es clave para restablecer los ritmos después de un evento de jet lag, tan es así, que podemos recomendar el alimento más que ningún fármaco para evitar este trastorno”, señalan los responsables de la investigación.
Para el núcleo supraquiasmático y el hipotálamo, la glucosa es más importante que el ciclo luz-oscuridad. El alimento genera cantidad de señales que van al cerebro, desde glucosa hasta insulina, metabolitos energéticos y señales hormonales, y son mucho más poderosas para el cerebro que el ciclo luz-oscuridad. Ahí se encuentra la resincronización, consideran los responsables del trabajo de investigación liderados por Alberto Manuel Ángeles Castellanos.
Información seleccionada para Mundo y Tecnología con fuente en la Dirección General de Comunicación Social de la UNAM.
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