jueves, 17 de diciembre de 2009

Tuna, papaya, guayaba y capulín, auténticos frutos de nuestro país.

La constante reproducción de algunas plantas y árboles nos permiten apreciar coloridas flores y comer nutritivas golosinas naturales. Los frutos comestibles son ricos en fibra, azúcares vitaminas y minerales además de ser bajos en carbohidratos y calorías lo que hace que su consumo regular permita mantener al organismo en condiciones saludables.

La fruta fue en parte inspiración para esa canción popular que dice: “una mexicana que fruta vendía: ciruela, chabacano, melón y sandía”. La melodía es representativa pero, curiosamente, ninguno de los productos de la vendedora es de origen nacional, a excepción de la ciruela tropical que no comprende a la de tipo común. Tampoco son nativas de nuestro país la fresa, la caña, limas, limones, mangos, plátanos y mandarinas. Tales frutos vienen del extranjero y se comenzaron a cultivar en México hasta después del intercambio comercial con Europa, Asia y África.

Se sabe hasta ahora que el ciruelo común viene de las proximidades del mar Caspio y el melón del sur de Asia. Las sandías son originarias del África tropical y el chabacano es de dudosa procedencia, incluso hay quienes dicen que proviene del extremo oriente.

Las frutas auténticamente mexicanas son la papaya, guayaba, capulín, tuna, zapote, tejocote y chirimoya. También existen con bajo contenido de azúcares como la jícama, chayote, aguacate y jitomate que igual son de origen nacional. Cuando fue descubierta la piña en las cortes europeas la consideraron exquisita y exótica.

La naturaleza es sabia por lo que la existencia de tales manjares tiene un objetivo que no es específicamente proporcionar alimento a las especies animales. Simplemente es resultado de la fecundación de un óvulo en el interior de una flor. Es decir la función del fruto es proteger a las semillas que alguna vez se convertirán en un árbol o una planta. Desde luego, y viéndolo así, es lógico que no todos los frutos son comestibles pues algunos incluso pueden ser venenosos.

Para que sea posible la formación de las semillas, las flores tienen que ser polinizadas. El polen de los estambres tiene que llegar al estigma de una flor para poder llegar al óvulo. Las abejas y aves son los principales encargados de esa tarea. Cuando el fruto madura se esparcen las semillas. En este sentido los frutos se dividen en dos categorías las dehiscentes que al madurar solas liberan las semillas que pueden ser diseminadas por el viento o corrientes de agua según sea el caso y las indehiscentes que necesitan ser abiertas por alguien.

Animales como ardillas, murciélagos, koalas y monos, al igual que las aves y el viento, ayudan a las plantas en el proceso de dispersión de las semillas para su reproducción. Por ejemplo, las ardillas ocultan bellotas y nueces bajo la tierra con la finalidad de asegurar su alimento y sin saberlo colaboran a la propagación de plantas y árboles al olvidar desenterrarlas. Otra forma de dispersión es a través de la defecación. En lo que respecta a los seres humanos. ¿Quién no ha tirado la semilla de un limón, naranja, durazno o ciruela en una maceta o el jardín de su casa?

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