domingo, 2 de agosto de 2009

Todo a nuestro alrededor produce energía.

Descripción de la imagen: Podemos hacer visibles las huellas de las radiaciones cósmicas por medio de una cámara de niebla.

Casi todo a nuestro alrededor libera o produce energía la cual impacta sobre diversos procesos. Por ejemplo, cuando la comunidad científica se dio cuenta de que la Tierra tiene un campo magnético producto del constante movimiento de corrientes eléctricas que en ciertas ocasiones alteran su polaridad, utilizó aparatos para identificar el norte y el sur. En este fenómeno natural influyen diversos factores como la intensidad calorífica solar que provoca ionización y las radiaciones procedentes del espacio exterior.

Tomando en cuenta lo anterior, todos los seres que habitan el planeta están inmersos en un campo de radiaciones magnéticas o energéticas y una de sus evidencias es el paleomagnetismo, fenómeno ligado a la formación de las rocas y la probada existencia de los rayos cósmicos.

En conclusión nuestra existencia está rodeada de energía procedente del espacio, de nuestro planeta e incluso de nosotros mismos, la cual es abastecida por reacciones químicas, físicas y biológicas.

Las ondas Schumann, otro tipo de energía en el planeta.

Un documento difundido en internet por el profesor e investigador radicado en Argentina Guido S. Bassler expone el trabajo sobre un especialista alemán de nombre O.W. Schumann quien aseguró en la década de los años 50 haber descubierto otro tipo de energía terrestre, un efecto de resonancia en el sistema Tierra-aire-ionosfera que en física se le denomina Onda Transversal Magnética, la cual vibra a una frecuencia parecida a la de los patrones cerebrales. La generación electrónica de estas ondas constituiría una de las armas más sofisticadas del futuro, ya que se podría influir sobre el equilibrio biológico de los seres vivos.

El profesor O. W Schumann trabajaba en ese entonces con sus estudiantes universitarios en actividades relacionadas con las radiaciones energéticas del planeta. Un día les propuso calcular el potencial de dos cáscaras semiesféricas que tienen una determinada distancia entre sí y que ambas son conductores de electricidad. Entonces, como si fuera una ocurrencia del momento, dijo: “tenemos también la Tierra y la ionosfera. Tomen como ejemplo el diámetro de nuestro planeta así como el de la capa inferior de la ionosfera considerando el parámetro Heaviside para calcular la frecuencia resultante”.

Naturalmente el profesor realizó el ejercicio también para valorar los resultados de sus estudiantes. El resultado fue 10 ciclos por segundo, frecuencia que fue publicada por él mismo en una revista de física técnica. Días después, otro científico se puso en contacto para decir que los resultados encontrados por medio de esa práctica eran muy parecidos a las ondas cerebrales.

La idea, tan importante para la ciencia médica dio origen a un trabajo de tesis para doctorado. Herbert König fue el encargado de profundizar sobre este tema. A través de muchas mediciones, pudo determinar posteriormente que el valor exacto no era de 10 ciclos, sino de 7.8 Hertz, lo que hizo el asunto todavía más interesante, pues esa nueva cifra es la frecuencia del hipotálamo y es la única que en todos los mamíferos, incluyendo el hombre, es tan exactamente común, es una constante normal biológica que funciona como un marcapaso para nuestro organismo y sin esa frecuencia la vida humana no es posible.

Esos conocimientos explicaban el porqué los primeros astronautas, tanto los rusos como los americanos, volvían de sus misiones espaciales con muy serios problemas de salud. Al estar volando fuera de la ionosfera les faltaba la pulsación de esa frecuencia vital, problema que fue solucionado por generadores artificiales.

Los científicos de la NASA hicieron en ese tiempo muchos estudios interesantes al respecto. Uno de ellos cuando el profesor Wever hizo construir un bunker subterráneo totalmente aislado magnéticamente. Durante varias semanas trabajó en ese lugar con estudiantes voluntarios que eran encerrados. A los pocos días, se producían problemas de salud como dolor de cabeza, migrañas, desvaríos y problemas del corazón.

Hay muchas personas que sufren las consecuencias por causas meteorológicas, especialmente por las tormentas electromagnéticas que es cuando las frecuencias de ondas Schumann se ven interferidas. La moderna terapia biomagnética, con ayuda de aparatos generadores de onda aporta gran ayuda para combatir enfermedades, concluyó Bassler.

Constante bombardeo de rayos cósmicos.
Emisiones de energía procedentes del espacio, entre ellas protones y núcleos más pesados como los que tienen el helio y el berilio, bombardean al planeta durante día y noche en todas direcciones influyendo directamente sobre la materia orgánica e inorgánica. Al respecto, la comunidad científica internacional ha determinado que una fuente energética en el cosmos emite partículas a increíble velocidad y potencia comparable a la de un balón de fútbol a 54 kilómetros por hora.

Los denominados rayos cósmicos, cuya longitud de onda es de aproximadamente una billonésima parte de un milímetro, fueron descubiertos en 1902. Algunos son definidos por los radiestesistas como ultra-gramma, los cuales penetran en el planeta hasta grandes profundidades, e incluso, son capaces de atravesar capas de plomo de hasta 25 metros de espesor como si éstas no existieran.

El investigador Guido S. Bassler, especialista en geobiología y director del Instituto de Radiestesia en Argentina, hasta su muerte en noviembre de 2003, apuntaba: “después de muchos años de investigaciones se ha constatado que los rayos cósmicos se componen de electrones y de protones, que penetran desde el espacio exterior a nuestra atmósfera terrestre a una velocidad de 300 mil kilómetros por hora. Al chocar con los núcleos de los átomos de hidrógeno, oxígeno y nitrógeno que hay en el aire, los parten y lanzan sus neutrones y protones al espacio exterior”.

Agrega que los “proyectiles cósmicos” que bombardean a la Tierra en cantidad de miles de millones por segundo penetran hasta por lo menos mil metros en el interior del planeta, después de que en su trayectoria han desintegrado un núcleo de átomo tras otro. Las aparentes cualidades de esta energía son parecidas a las de la luz por lo que podrían desviarse al reflejarse en cursos de agua, petróleo o vetas de metales que existen en el interior de la corteza terrestre. Por suerte, concluye el especialista, Guido S. Bassler, la atmósfera que rodea al planeta es un eficiente escudo que protege de los efectos nocivos al disminuir los rayos cósmicos a cantidades tolerables a plantas y animales.

El papel de los científicos mexicanos.
La probada existencia de los rayos cósmicos ha motivado a estudios más profundos para entender su procedencia, si son producto de explosiones de estrellas o de colisiones entre galaxias o, simplemente, son el resultado de la influencia de los agujeros negros que absorben y deforman todo lo que se encuentra cerca de ellos.

México se anexó en 1996 a las investigaciones que el Observatorio Pierre Auger realiza sobre los rayos cósmicos con la participación de cuatro instituciones: la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, El Centro de Investigación y de Estudios Avanzados, la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y la Universidad Nacional Autónoma de México, ésta última con dos instituciones el de Geofísica y el de Ciencias Nucleares, dice Juan Carlos D´Olivo, del departamento de Física de Altas Energías, del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM.

La ionosfera como una capa protectora.
A partir de los 85 kilómetros de altitud sobre la superficie terrestre comienza la termosfera, también conocida como ionosfera, que limita con el espacio exterior. Alrededor de los cien kilómetros de altura se impactan las radiaciones cósmicas perdiendo uno o varios de sus electrones. Este nivel es como una pantalla que tiene dos funciones distintas. Por una parte protege a nuestro planeta del Sol y otras radiaciones cósmicas, y por otra es útil como un reflector de ondas de radio de baja frecuencia.

HAARP, apoyo en las telecomunicaciones o daño ambiental.
Hay quienes aseguran que el planeta está en riesgo con la puesta en operación del calentador ionosférico más potente del mundo llamado Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta frecuencia, cuyo objetivo, aseguraron sus creadores, fue remplazar al antiguo sistema ROTHR, radar construido durante la Guerra Fría para mejorar las comunicaciones a distancia y detectar armamento nuclear.

Científicos detractores temen que el sistema sea utilizado con fines bélicos como el bloqueo de comunicaciones por radio y televisión, alteración del clima a favor de unas minorías, la manipulación de los estados mentales, estimulación del movimiento de placas tectónicas y generación de enfermedades.

Tal vez esto parezca ciencia-ficción, pero las evidencias y estudios presentados demuestran que existe riesgo de que estas hipótesis sean verdaderas. HAARP por sus siglas en inglés, ubicado en Alaska y gestionado por la Fuerza Aérea y la Marina de Estados Unidos es un transmisor de 360 antenas que emiten cargas electromagnéticas que ocasionan calentamiento y un agujero no menor de 50 kilómetros de diámetro en la ionosfera durante cada descarga.

La modificación del clima podría hacerse posible alterando los patrones de viento de la atmósfera, mientras que la manipulación de la salud se consigue a través de la afectación de los niveles energéticos que influyen sobre los seres vivos, concepto expuesto por el ingeniero Guido S. Bassler, quien en vida fuera especialista en Geobiología y director del Instituto de Radiestesia en Argentina.

La posibilidad de que los riesgos por el HAARP sean sólo especulaciones podría haber quedado rota cuando Guillermo León, informático de profesión y radioaficionado pudo detectar la frecuencia en que opera el proyecto, 6.965 megahercios, superior a otras emisiones de radio.

Una columna publicada el 4 de abril de 2003 por un periódico de circulación nacional en México apunta: “Según denunció la Duma en Moscú, mediante el programa HAARP se ha logrado crear un sistema tecnológico capaz de introducir cambios químicos en la ionosfera lanzando sobre ella ondas electromagnéticas de alta frecuencia. Esto puede generar el bloqueo de radiocomunicaciones y radares, la alteración de equipos electrónicos militares y la avería de redes de energía eléctrica, de los ductos de petróleo y gas, e incluso provocar huracanes, terremotos, inundaciones y sequías en cualquier país con la enorme ventaja de que este no se enteraría de que está siendo atacado”. http://www.jornada.unam.mx/2003/04/04/040a1eco.php?origen=opinion.html

Algunos especialistas detractores están convencidos de que a través del proyecto HAARP se estaría enviando hacia la ionosfera un haz de partículas electromagnéticas orientadas y enfocadas que estarían contribuyendo a su calentamiento.

La versión oficial desde luego es distinta. Según ésta, el HAARP es una investigación académica cuyo objetivo es cambiar las condiciones de la ionosfera con el fin de obtener mejoras en las comunicaciones mundiales. Visite: http://www.haarp.alaska.edu/

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